Hoy vamos hablar de la creadora de la casa de costura más antigua de Francia y una de las más reconocidas: Jeanne Lanvin apostó por diseños sencillos y de colores vivos. Tal fue su manejo de la paleta de tonalidades que dio nombre a un azul, el azul Lanvin.
Jeanne Lanvin nació en 1867 y fue una de los once hermanos criados en el seno de su más bien humilde familia. Con tan sólo 13 años comenzó a trabajar cosiendo y reparando sombreros; Madame Lanvin empezó su carrera en 1885 a los 18 años cuando se instaló como modista en la rue du Marché-Saint Honoré. Cuatro años más tarde con tan solo 22 años de edad abrió su taller en la esquina de la rue Boissy-d’Anglas, donde hoy en día se encuentra todavía la sede principal. La casa comenzó a prosperar y no solo fabricaba vestidos, sino también sombreros, sastres, bordados y ropa de cama, y más adelante abriría los departamentos de niños, vestidos de novia y el de pieles.
Te imaginas fundar tu propia boutique con tan solo 22 años de edad a finales del siglo XIX, describir la acción y vivirla es sin duda un hecho revolucionario de su época.
Con el nacimiento de su hija en 1897, Lanvin tuvo un nuevo motivo de inspiración y esa niña se convierte en su musa. El logo de la casa, diseñado por Paul Iribe, refleja esa entrañable relación entre madre e hija. La madre y la hija bailando es el símbolo de Lanvin que trasciende los tiempos y se usa aún hoy en todas las creaciones de la casa.
La niña era su princesa, su objeto de adoración y la vestía a la altura de su amor. Es fácil comprender por qué las madres de las niñas inscritas en la misma escuela privada que Marie-Blanche le pedían una y otra vez que hiciera para sus hijas modelos como aquellos con los que engalanaba a su niña. En cierta manera, Jeanne creó así la alta costura infantil.
Con los años, Madame Lanvin se afilió al Sindicato de la Costura y así logró entrar a ese mundo exclusivo de las casas de alta costura, donde atendería a las mujeres más sofisticadas y glamurosas de la sociedad francesa y, desde luego, de la internacional. Durante los años veinte y treinta, sus creaciones -fuertemente influidas por el arte y la pintura que Jeanne coleccionaba en su apartamento de la rue Barbet-de-Jouy- vistieron a mujeres tan influyentes como Marlene Dietrich o las reinas de Italia y Rumania. Con el tiempo, Lanvin se convertiría en el mejor ejemplo de empresa de moda moderna, diversificando sus actividades hacía el mundo de los perfumes, la lencería, los accesorios o la moda masculina.
Aunque a primera vista su estilo era simple y modesto, en realidad era riquísimo en detalles, como los volantes, los sesgos, los bordados, todo en telas finísimas que revelaban un virtuosismo en la técnica. A pesar del auge de los vestidos de columna propios de los años 20, Jeanne Lanvin optó por incursionar también con una silueta de cintura marcada y una estética romántica, que nada tenía que ver con lo que hacían Vionnet o Chanel.
Opuesta a la ostentación, Jeanne Lanvin definía el lujo como “algo que no es evidente y que solo se lee en los detalles discretos”. Ella proponía un lujo para sí misma, no para la mirada de los otros. Se le asocia con cierta frecuencia con el estilo denominado robe de style, el cual contaba con una falda de mucho vuelo que requería de un soporte tipo armazón para ser adornada con bordados, encajes y plumas.
Enriqueció su visión con Viajes, telas exóticas y libros de arte que alimentaban su imaginación para crear telas, motivos y colores exclusivos.
Lanvin es ejemplo de constancia y esfuerzo: tenía un gran talento con la aguja y las tijeras, y una enorme fuerza de voluntad. En su momento de apogeo, Jeanne Lanvin tenía 1.000 empleadas y tres talleres de bordado, lo que era excepcional aun en esa buena época de la alta costura.
El éxito le sonreía a Jeanne y las sucursales se multiplicaban: Deauville, Barcelona, Biarritz, Cannes y Buenos Aires. En 1926, con la creación de los departamentos de lingerie, sport y a la medida para los hombres, Lanvin era la única casa de moda que proponía vestimentas para cada momento de la vida.
Jeanne Lanvin era de una gran elegancia, gran experta en el color, en bordado, en la superficie plana. Siempre se mantuvo a distancia de todos los excesos y, a la vez, era innovadora. Quizás por eso sus creaciones eran tan exitosas, pues no eran declaraciones al mundo: toda mujer podía vestirse de Lanvin.
Cuenta con una gloriosa colección apoyada por Swarovski, histórico proveedor de la firma, exhibe 110 vestidos, todos ellos creados entre 1910 y 1940, y en particular, en los años 1920. Los modelos están presentados horizontalmente con un hábil sistema de espejos o en maniquíes adaptados a la ropa, pues las mujeres de entonces tenían más curvas.
Jeanne Lanvin falleció en 1946, a los 79 años. De más está decir que dejó todo a su hija. Marie-Blanche se ocupó durante un tiempo de la dirección artística de la casa, que luego recayó en varios estilistas, entre ellos Claude Montana, actualmente la casa aún tiene vigencia y está consolidada como una de las marcas de lujo más importantes, pues la historia que pesa en ella, es de gran apellido y gran título.
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